The Melody At Night, With You, de Keith Jarrett, es por mucho mi álbum de jazz favorito.

Portada del álbum

De: Alex Galindo

Desde hace unos años escucho jazz y, a pesar de que no me considero un gran conocedor, sí puedo decir y recomendar esto de aquí:

The Melody At Night, With You, de Keith Jarrett, es por mucho mi álbum de jazz favorito.

Es exactamente como creo que suena la paz que —incansablemente— busco en mi vida. No es perfecto, pero suena sincero, melancólico y humano. Esos momentos de dulce y tierna improvisación, lo hogareño e íntimo que se siente, y los silencios tan simples, pero que a la vez se perciben tan profundos, me atrapan cada noche.

En ocasiones, me hace sentir tanta nostalgia que me quedo perplejo viendo el techo de mi habitación mientras me hundo en los sentimientos que cada melodía me provoca. Comenzando por el nombre del álbum, The Melody At Night, With You, incita a escucharlo por la noche —cosa que no he dejado de hacer desde que llegó a mi vida—. Y es que ese nombre nace desde la introspección y compañía del mismo Jarrett hacia su relación con Rose Anne, su pareja, y eso se siente.

Después está el tracklist, el cual toma mucho más valor al notar que cada tema suena exactamente como te imaginas que lo haría después de leer su nombre. Esto tiene su debido porqué, ya que, salvo Meditation, todas las melodías son reinterpretaciones —con sus antes mencionadas improvisaciones— mediante las que Jarrett hace un recorrido sonoro explorando la devoción y el calor del amor en temas como Someone To Watch Over Me, Be My Love o I Loves You, Porgy; otros en los que se siente más vulnerable y frágil, por ejemplo Don’t Ever Leave Me o I Got It Bad and That Ain’t Good; algunos más que son pura nostalgia y melancolía como Blame It On My Youth o My Wild Irish Rose. También están aquellos que evocan la personalidad del mismo Keith, con un piano que se siente reflexivo e introspectivo hacia su fe y pasado, como en Meditation y Shenandoah. Y, por último, I’m Through With Love: esta es la única melodía que, contrario a lo que podría pensarse con solo leer su nombre, no se siente como una renuncia al amor. Al contrario, y gracias a Jarrett, el cierre del álbum se percibe más cálido, como si envolviera los temas anteriores en notas reflexivas que abren la puerta al romance, al errar, a la rebeldía y a la coqueta imperfección que existe en el amor.

Con cada nota que se escucha, es fácil percatarse de que se trata de toda una declaración de amor a su pareja, y lo mejor es que no necesita de palabras. La sencillez, delicadeza e intimidad que emana su piano acústico es bellísima y, una vez que se conoce el contexto de la grabación del material (el estudio de su casa en compañía de su pareja), esos toques minimalistas se revalorizan con encanto.

Deja un comentario